Roma es una ciudad que no pierde jamás su vigencia. Para el día de los enamorados, el diario “El país” declaraba Roma entre las 10 ciudades más románticas del mundo,  Para ilustrar esta afirmación afirmaba: En Vacaciones en Roma, de William Wyler, Audrey Hepburn interpreta a una princesa que baila, se corta el pelo, monta en Vespa y se deja camelar por un periodista con principios llamado Gregory Peck, en la historia en blanco y negro de un breve romance vacacional que da la vuelta al argumento de La Cenicienta.

.Este romance vacacional se llevaba a cabo entre los lugares más emblemáticos de la Roma histórica como son el Coliseo, el Foro Romano, el Panteón, la Plaza de España, la Boca de la Verdad, el Arco de Constantino, Palacio Barberini, Palacio Colonna. Gregory Peck improvisado Guía de Roma en Vespa utilizaba estos lugares para enamorar a su princesa camuflada.

 

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Sin embargo, Roma no es sólo una ciudad romántica. Roma es una ciudad que sigue dando lecciones políticas, especialmente en estos momentos de grandes conflictos entre integración racial y posiciones hostiles hacia el habitante extranjero. La Roma Antigua que deslumbró el mundo durante un milenio, para algunos, debe  en gran medida su excepcionalidad a una cultura política con rasgos de apertura que eran extraordinarios para los estándares del mundo de entonces. Para la historiadora Mary Beard, ninguna ciudad griega fue ni remotamente tan integradora, como fue Roma. Los ciudadanos de los territorios ocupados,   recibieron gradualmente la protección del derecho de Roma. El proceso culminó con la concesión de la ciudadanía a todos los habitantes libres del imperio en el 212 dc. La élite de las provincias se incorporó a la cúpula política. Roma tuvo emperadores procedentes de la península ibérica y África. Fue un proceso integrador revolucionario que abarcó las etapas monárquica, republicana e imperial y que es quizá la mayor clave del éxito de Roma durante un milenio y de sus extraordinarias aportaciones al desarrollo de la humanidad.

Pero Roma atesora otras lecciones. Una es la de 1957, como sede de la firma del tratado de la que hoy es la Unión Europea. Se recuerda a menudo que la experiencia comunitaria ha sido clave en garantizar el mayor lapso de paz en el continente que se recuerde. Pero hay más. Un dato: en el año 1989, los ciudadanos de Polonia y Bielorrusia tenía la misma esperanza de vida, 71 años, según datos ONU. En 2014, en Polonia la cifra había llegado a 77; Bielorrusia, 73. Pertenecer a una sociedad abierta –la UE es un paradigma- aporta beneficios reales.

Una última lección de Roma podría recordarse. La marcha sobre ella de 1922. Una vez más la ciudad se convertía en vanguardia mundial de un proyecto político. Esta vez el fascismo, imbuido de conceptos nacionalistas, proteccionistas y autárquicos. Resuenan mucho hoy; todos saben cómo terminó entonces.