La ciudad de Londres en la Antigüedad
En las ciudades de la ANTIGUA ROMA convivían culturas y pueblos, en sus calles podían escucharse decenas de lenguas que se mezclaban con olores de comida de todo el mundo. En los tiempos del politeísmo, los diferentes dioses se confundían y multiplicaban. Los viajes eran frecuentes y, muchas veces, lejanos. Sin embargo, un reciente descubrimiento puede ampliar todavía más esas fronteras. Un equipo de Museo de Londres ha investigado el origen de 22 individuos que fueron enterrados en un antiguo cementerio situado en el sur de la ciudad utilizado entre los siglos II y IV de nuestra era y se han llevado una tremenda sorpresa: dos ellos provenían casi con toda seguridad de Asia, probablemente de China. ¿Qué hacían dos chinos viviendo y muriendo en el Londres romano? Es un misterio al que, por ahora, la arqueología no puede responder sólo señalar que estuvieron allí.
«Estudiamos la morfología de los esqueletos», explica por correo electrónico la arqueóloga Rebeca Redfern, conservadora del Museo de Londres y responsable de la investigación en el cementerio de Lant Street, que será publicada en el Journal of Archaeological Science. «Hemos utilizado técnicas macromorfoscópicas [un análisis forense que permite determinar los ancestros analizando la forma de la cara y otras aspectos morfológicos] y los hemos comparado con poblaciones actuales. Nuestros resultados nos muestran que tienen ancestros asiáticos y que estas dos personas no pasaron sus infancias en Inglaterra. Cuando nos lleguen los resultados genéticos sabremos con certeza si son asiáticos, pero por los datos que manejamos ahora estos individuos están más cerca de poblaciones japonesas o chinas que de cualquier otro lugar”.
«Hemos realizado numerosos estudios de esqueletos de la época romana encontrados en Londres para determinar su origen y han revelado que los residentes de Londinium tenían ancestros que provenían de una enorme variedad de lugares de todo el Imperio, que incluyen el Mediterráneo, el norte de África y ahora Asia», explica Redfern para explicar que se trata de un hallazgo raro, pero tampoco extraordinario en una civilización que era realmente global.
Las evidencias más sólidas de las relaciones entre China —entonces en manos del dinastía Han— y el Imperio romano provienen de Asia: la principal prueba es un relato chino del año 166 de nuestra era recoge la llegada de un embajador de Marco Aurelio, emperador de 161 a 180. La leyenda de la «legión perdida» en cambio, nunca ha logrado ser corroborada con la arqueología: esta teoría, defendida entre otros en los años cincuenta por el sinólogo de Oxford Homer Dubs y sobre la que Santiago Posteguillo ha escrito una novela que lleva precisamente ese título, es tan apasionante como etérea. Según esta historia, una de las legiones que Craso comandó contra los partos, derrotada en la batalla de Carras (53 a. C., todavía en la República), acabó en las estepas asiáticas. Hace diez años se presentó una investigación del ADN la población china de Liqian, una localidad situada en el borde del desierto del Gobi , cuyos habitantes poseen un 56% de genes caucásicos y presentan rasgos extrañamente occidentales. ¿Son los descendientes de aquellos legionarios? También los habitantes de un valle de Pakistán dicen provenir de los soldados de Alejandro Magno (de cuya presencia sí aparecieron, en cambio, sólidas pruebas como la ciudad de Aï Khanun en Afganistán).
Los romanos llamaban a los chinos Seres, el pueblo de la seda, porque este producto estaba en la base de su comercio: enormemente codiciada y valiosa en el Imperio, el secreto de su producción no llegó a Occidente hasta el siglo VI a través de Bizanzio. Tal vez aquellos chinos de Londres eran comerciantes, tal vez embajadores, tal vez esclavos, tal vez ni siquiera eran chinos. En cualquier caso, el hallazgo del cementerio de Lant Street no hace más que agrandar el misterio.